Cada libro es un mundo, y cada mundo se desarrolla en
nuestra mente gracias a las palabras de su autor. Para aquellos que leen desde
siempre, la lectura es algo imprescindible para su cotidianidad. Es necesario
viajar a otros mundos, ser el protagonista de una nueva aventura, volver a
enamorarse de aquel personaje misterioso e incluso acercarse a las puertas de
una muerte segura. Y todo ello encajando a la perfección en los deseos del
lector. Porque es el lector quien da las pinceladas a los paisajes, quien le
pone rostro a los actores, quien decide el brillo de los amaneceres. Esa es la
magia de la lectura.
Gracias a Mercedes, la autora de «Hijos de Atenea», volví a
recordar qué se sentía al descubrir un mundo de injusticias, y de cómo la
voluntad y la fuerza interior nos impulsa a ser felices, a pesar de lo abrupto
de las circunstancias. De pequeño había leído «La cabaña del tío Tom», y aún
recuerdo las lágrimas que acariciaron mis mejillas y las sonrisas que se
marcaron en mi rostro. Un sinfín de emociones, un tanto desconocidas (al menos
en profundidad) para un joven de once años, pero que cambiaron mi manera de ser…
para siempre. Seguro que si no hubiera leído ese libro y hubiese sido el de
Mercedes, el efecto sería idéntico, o incluso mayor.
Creo que es de las pocas reseñas (o quizás la única de
momento), en la que no voy a decir nada sobre la historia. Supongo que al
mencionar otra novela de tildes similares, cualquier lector intuirá un poco la
idea global, aunque le aseguro que se sorprenderá más de lo que imagina. Y si
tienes la suerte de no conocer ninguna de estas novelas, prepárate para un
emocionante viaje que te cambiará para siempre. Porque los «Hijos de Atenea»
tienen esa fuerza. Tienen ese valor. Tienen esa magia.
Una historia increíble y emotiva. Gracias Mercedes por
haberla escrito.