Bajo la ensangrentada mirada del dueño del tiempo,
la presa jadeaba de cansancio y horror. Las voces de la noche susurraban su
nombre, una y otra vez, sin que ella pudiera entender el idioma de las palabras
que lo seguían.
- Emma, hapoter num samoit.
Tiritaba del dolor producido por la mordedura del
ser maligno. Sus ojos se asemejaban a mil infiernos que pululan en los
corazones de los desavenidos, sus orejas se estiraban malditas, como las de un
animal casi extinto, sus pies, sus brazos, y lo poco que se distinguía del
putrefacto cuerpo de ese ser, apestaba a migrañas de desastres inundados en
ríos de sangre inocente.
Ella no era capaz de reaccionar. Por desgracia, se
había paralizado y únicamente conseguía gritar histéricamente, sin conseguir
nada con ello.
- Emma, faretem num samoit.
Esas palabras, esa frase que su significado se
ocultaba en el pasar del tiempo y que nadie, excepto los malditos, podía
comprender; invadía sus pensamientos y la atormentaba. Palabras de odio y
sacrificio humano; palabras de desasosiego que conduce a la vida eterna;
palabras de terror que se inyectaba directamente en las venas de las víctimas.
Emma moriría, pero no antes sin ser torturada.
El ulular de pensamientos adversos se mezclaba con
el aullido de las bestias nocturnas que esperaban su pequeño pedacito de carne
humana. Así se alimentaban los siervos de los vampiros; así sobrevivían en esta
pestilente y mísera vida que les habían regalado. Animales peludos que caminan
como hombres olvidados por Dios, y que se arrastran para complacer a sus amos
provenientes del infierno.
Los dientes se le calvaban con más contundencia y
a más profundidad, el sentir de sus músculos se entumecía y se desvanecía, como
si se quedasen dormidos o si su cuerpo fuese descompuesto. La sangre caliente
se derramaba por la comisura de la herida, que se parecía más a unos labios
rotos que a una desgarrada parte del cuerpo humano.
- Emma, gume num samoit.
Ella por fin entendió las palabras. Por fin supo
qué era lo que buscaba ese ser extraño y desfigurado, olvidado por los cielos y
reclamado en el infierno. El vampiro quería su alma inmortal que fluía por su
sangre. Y así, él viviría para siempre mientras ella estaría condenada a vagar
sin alma entre el resto de los sacrificados. Sin penas, sin dolor… sin
recuerdos. Olvidada por todos y para toda la eternidad.
Alexander Copperwhite
Uy qué inquietante relato. Pero qué bueno.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo la forma de narrarlo y cómo acabas sintiéndote la víctima.
Saludos Alexander.
Muchas gracias por el comentario Yashira... :-) Es gratificante y anima mucho.
EliminarMucha fuerza en el relato, impactante texto. Como siempre genial, ALEXANDER. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Auroratris, siempre es un placer tenerte cerca. :-)
EliminarUn placer leerte, Alexander. Impactante :o)
ResponderEliminarGracias querido amigo. Siempre es un placer tenerte por aquí. :-)
Eliminarque buen blog, te he conocido por el blog de Humberto Dib.
ResponderEliminarEsta entrada Buenisima
saludos
carlos
Es un placer Innombrable, aunque yo pienso que el blog es cada vez mejor gracias a vosotros... y vuestros comentarios. Un fuerte abrazo. :-)
EliminarMuy buena historia, me gusta mucho la manera que tenés de transmitir tus escritos.Saluditos:)
ResponderEliminar