domingo, 21 de diciembre de 2014

Mi opinión – Aceptamos lagarta como princesa de cuento, de Miriam Lavilla Muñoz

Bueno, bueno… De nuevo he aprendido que decir: de esta agua yo no beberé; es un tremendo error. Quiero dejar claro que no tengo ningún prejuicio sobre ningún género, sea este literario, musical, de cine o teatral. Pero está claro que cada uno tiene sus gustos y su peculiar manera de ver las cosas. Yo no suelo leer novela romántica, ni amorosa, ni de situación. He aquí la gran sorpresa para mí cuando me vi sin poder parar de leer esta novela. Miriam ha hilado una historia muy sencilla, que podría ocurrirle a cualquiera de nosotros. Es posible que no todo lo que aparece en ella, pero seré sincero y sí que me he visto en alguna que otra situación parecida.

Los diálogos son muy fluidos. Ahí reside la gran fuerza de esta historia. Con un toque juvenil que nos hará recordad nuestros años de instituto, de universitarios o de juerguistas empederni
dos, jejeje. El amor nace de la lujuria, o quizás la lujuria termina traduciéndose en amor. Es difícil escrutar los caminos que nos guían y nos conducen a lo que hoy somos, o lo que creemos que somos. Suena profundo, pero en realidad (y no es por ser negativo) la novela destila humor, gracia, situaciones diversas, aunque poca profundidad. Eso sí, en el momento de analizar la vida de su protagonista, una serie de emociones psicológicas ocuparán varios puntos de nuestro córtex cerebral y nos harán dudar de lo que realmente estamos leyendo. ¿Interesante verdad?

Normalmente cuento resquicios de la historia, sin demasiado detalles, para que los lectores puedan atar cabos e imaginarse si en realidad quieren adentrarse en ella o no. Pero en esta ocasión no pienso contar nada. ¿Por qué? Pues porque como la novela se lee rápido y no dejaréis de reíros y de identificaros con las situaciones y de pensar en qué ocurrirá a continuación… etc… etc… Sólo os digo que entréis en amazon, hagáis la descarga… y a disfrutar de una lectura diferente y muy entretenida. O al menos así fue para mí.


Alexander Copperwhite