Me la habían recomendado como “la novela del mineral” y a partir del primer momento, esa simple descripción me llamó la atención. Y que decir desde que comencé a leerla. Te atrapa de inmediato, te crea la necesidad de seguir leyendo para conseguir entrelazar las historias que, a primeras, aparentemente no tienen ninguna relación entre sí, te crea una admirativa repugnancia hacia uno de los principales personajes, que es único y sorpresivo, te sumerge en un mundo despiadado del que, en realidad, no sólo formamos parte sino que también influimos para que sea así de crudo e inhumano. Y cuando piensas que ya has resuelto el rompecabezas, cuando comienzas a creer que has descubierto el final de la novela, vamos, que ya lo tienes todo claro… el escritor da un giro tan inesperadamente inesperado, que te hace sonreír de lo ingenuo que hayas podido ser, o de la genialidad de la trama.
Desde luego es una novela trepidante que te deja boquiabierto en repetidas ocasiones, escrita para dejarte sin aliento, y pensada para obligarte a no soltarla hasta acabarla.
Alexander Copperwhite
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