Dulce susurro de la oscuridad, que despiertas nuestro instinto de supervivencia e hierves nuestra sangre hasta alertarnos de las cosas malignas. Con tu manto invisible engulles la luz que distingue las cosas y, sin poder remediarlo, arrastras las almas de los desaforados y atormentas sus conciencias. Justicia divina o terrenal. Degustas las copas llenas de cianuro y rompes el cristal en sus labios, para rasgarles el orgullo y destruir sus sonrisas de mala costumbre. Agujas atraviesan sus pupilas, que con tan sólo divisar el bien, agachan la cabeza ignorando su existencia. Malas personas en un mal momento o quizás, malos momentos aprovechados por buenas personas que se transforman en malas. Ni el recuerdo del abrazo de sus madres angustiadas, ni el enfrentarse a sus pesadillas les hace cambiar de parecer. Viven entre nosotros, son nuestros vecinos y, en ocasiones, son nuestros supuestos amigos.
Dulce susurro de la oscuridad, ayúdame a despertar con la conciencia tranquila, sin luchar con los monstruos de mi ser profundo, y sin tener que enfrentarme conmigo mismo. Que las pesadillas de las personas buenas y honestas, cesen al momento. Y que las pesadillas de los hombres malos y crueles, se conviertan en lecciones.
Dulce susurro de la oscuridad. Conciencia mía. No mueras en la indiferencia y pide ayuda. Que las personas buenas conviertan tu manto oscuro en sabana dorada, y que los hombres por fin puedan descansar en sus casas. En paz.
Alexander Copperwhite
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