Los tiempos cambian, las tendencias también, e incluso los proverbios cambian. Nosotros, aunque mantenemos viva la imagen de nuestros más ilustres años, también cambiamos. De paseo con mi hijo de dos años, me percaté del hecho que, mientras yo no dejaba de observar el suelo, en busca de “obstáculos caninos” y demás trifulcas callejeras con el fin de esquivarlas, mi hijo, en su infinita e inocente sabiduría, sólo se preocupaba en fijarse en el cielo. Las nubes danzaban al ritmo de una silenciosa sinfonía orquestada por “el todo” mientras yo me preocupaba por los “obstáculos”. Con la misma regla de tres, me temo que somos demasiados los que nos preocupamos más por lo cotidiano que por lo hermoso que nos rodea, que en definitiva es la vida. Llegué a esta conclusión, y decidí recorrer lo andado hacia atrás, y tropezar con los “obstáculos” que al fin y al cabo, con un trapo y un poco de agua y jabón se quitan, pero la vida, una vez que pasa, no podemos repetirla.
Alexander Copperwhite
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