sábado, 16 de julio de 2011

Un café… ¿Por qué no?

Esta mañana me apetecía mucho tomarme un café, muy cargado. Un café con sabor a color amarillo optimista, un toque de azul apacible y un intenso olor a rojo pasión. No resulta fácil encontrar a desinteresados defensores de las letras y de las historias por contar. Me gusta imaginarme a amigos como Angiolillo, escuchando a Homero relatar la Ilíada y la Odisea, en tiempos remotos, y olvidados, contándola a sus amigos y vecinos con el mismo entusiasmo que el propio autor. Gracias a apasionados como él, algunos cuentacuentos hallaron un lugar en la historia de sus países, y del mundo. Y se convirtieron en escritores. Así es como nacemos. De la voluntad del pueblo, del entusiasmo de quienes nos leen, y la llama de nuestro interior se aviva, y se nutre con sus pensamientos.
Alexander Copperwhite.

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